El Ecuador, a pesar del crecimiento rápido de las ciudades: Quito, Guayaquil, Santo Domingo, Cuenca, sigue siendo un país con una importante población rural, aproximadamente del 39% de la población vive en este territorio.
La ruralidad es diversa, en ella conviven producción: primaria, secundaria, terciaria, producción de exportación y dinámicas diversas en constante evolución. Además la ruralidad es el espacio en el que se reproducen prácticas culturales, se mantienen tradiciones de manera más fuerte, se guardan y conservan semillas, y se mantiene un saber hacer culinario. Es además reserva de agua, y espacio de protección de ecosistemas y agrobiodiversidad.
En estos territorios rurales diversos la agricultura familiar campesina juega un rol fundamental, genera el 32% del empleo rural, aporta al 60% de la producción de alimentos frescos que consumimos diariamente y aporta al 3% del Producto interno bruto. Sin embargo también es el territorio en el que se concentra la pobreza, se estima que al final del 2018 la pobreza multidimensional afectaba al 38% de la población a nivel nacional, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Pero en el área rural este indicador corresponde entre el 67,7% en el mismo periodo.
Esta pobreza rural es consecuencia del inequitativo acceso agua y tierra así como de políticas públicas que garanticen la producción campesina: créditos oportunos, derecho a utilizar sus semillas, a acompañamiento técnico adecuado, a espacios de comercialización dignos y permanentes. Los gobiernos no han valorado el aporte de este importante sector y lo han minimizado, considerándolo como marginal y poco relevante.
Sin embargo es la economía que garantiza la soberanía alimentaria, es principalmente familiar -es decir implica la mano de obra de la familia, se caracteriza por la alternancia en la producción y es territorial (la comercialización se realiza en espacios de proximidad). El rol de las mujeres es clave en todas las etapas, de la producción a la comercialización, sin embargo es invisibilizado e implica una sobrecarga en el trabajo.
A pesar de las limitaciones ahora en tiempos de Pandemia, hemos visto como distintos actores se han preocupado por la cantidad, calidad y disponibilidad de alimentos para el consumo local, y voltean la mirada a la producción campesina. Preguntándose si existe la producción suficiente, si es posible que llegue a las ciudades, preguntas que deberían hacerse permanentemente.
«Hemos visto como distintos actores se han preocupado por la cantidad, calidad y disponibilidad de alimentos para el consumo local, y voltean la mirada a la producción campesina»
En Ecuador no se han aplicado políticas públicas desde y para la producción campesina de alimentos, buscando garantizar la soberanía alimentaria con un enfoque de territorio. Las ciudades principalmente las más grandes plantean permanentemente como parte de sus consignas el Derecho a la ciudad, sin pensar en el derecho que tenemos todos al territorio rural. A que sea acompañado con políticas adecuadas de desarrollo sustentable, y que se procure una justicia social y garantía de derechos a los ciudadanos de estos dos territorios motivando a que la gente se quede en el espacio rural y pueda vivir dignamente.
En relación a la protección del espacio rural no existe un adecuado ordenamiento del territorio, de manera que las expansión urbana no tiene límites, comiéndose permanentemente la tierra fértil de los valles que entornan las ciudades para nuevas urbanizaciones. Sin pensar en la necesidad de agua, alimentos y agrobiodiversidad que existen en estos territorios. Exponiendo a los ciudadanos urbanos a posibles limitaciones de alimentos en el futuro, si las ciudades principalmente Quito, Guayaquil no protegen su cinturón rural para mantener la autonomía en alimentos.
A pesar de la falta de políticas adecuadas, desde las organizaciones y productores en su lógica de permanente cambio se ha visto durante la Cuarentena por (COVID 19) una adaptación rápida incorporado mecanismo nuevos de entrega de canastas a domicilio, lo que implica una logística, diferente, y costos más altos, que no necesariamente han sido cargados a los consumidores, por lo que la agricultura familiar sigue subsidiando la alimentación en las ciudades.
La cuarentena ha afectado la economía global. En Ecuador empiezan a estimar un decrecimiento no menor al 2,7% del PIB, lo que significa menos ingreso por ecuatoriano, menos empleo y un mayor riesgo de pobreza. Debido a la caída del precio del petróleo, paralización de una parte del sistema productivo (cuarentena), y disminución de exportaciones –principalmente de flores- lo que pone en riego el trabajo rural debido a que este empleo representa un ingreso importante (complementario) para muchas familias campesinas.
«En Ecuador empiezan a estimar un decrecimiento no menor al 2,7% del PIB, lo que significa menos ingreso por ecuatoriano, menos empleo y un mayor riesgo de pobreza»
El Gobierno de Moreno acaba de emitir una serie de políticas para enfrentar la crisis, sin embargo estas precarizan el trabajo, permite el despido de empleados y obliga el aporte ciudadano para salir de la crisis. Se habla de bonos que en muchos casos no benefician a la producción campesina. Por lo que a pesar de que se ha dicho que se impulsará el sistema de salud y alimenticio; en relación a la producción campesina de alimentos no se ha planteado políticas puntuales, que incentiven la producción, o se logre articulación entre espacios urbanos y rurales consolidando una economía solidaria y circular alrededor del sistema alimenticio.
La cuarentena no ha afectado la producción campesina, los productores siguen trabajando sin embargo es necesario pensar en acciones que apoyen e incentiven el consumo local, que los bonos de alimentos toquen a las familias más pobres a nivel urbano y que se entreguen alimentos frescos de la agricultura campesina. No alimentos industrializados que tienen propios espacios de comercialización, que se garantice alimentos frescos y transformados de la economía solidaria.
Es hora de pensar en la soberanía alimentaria y la economía solidaria, es vital mantener la producción local de alimentos, impulsar mecanismos de provisión de insumos a nivel local plántulas; semillas; bioinsumos, repensar las ciudades y su ordenamiento, lograr la transformación de alimentos y articulaciones con sector urbano, un nuevo Pacto, en el que los urbanos puedan prestar servicios de transformación o comercialización. Los alimentos deben circular libremente, con las precauciones adecuadas para los productores. Y garantizar espacios de comercialización, para hoy y el largo plazo.
Es hora de unidad, de organización social, desde el gobierno central se ha demostrado inoperancia e ineficiencia a la hora de pensar políticas pensando en la gente, pensando en la producción de alimentos, algunos GAD, provinciales y municipales han dado respuestas desde sus competencias al impulso de dinámicas de comercialización principalmente, pero no es suficiente para el gran desafío que tiene el país.
En la ausencia del Gobierno debemos organizarnos, principalmente desde la ciudad desde los barrios, vernos, reconocernos y repensar como quisiéramos vivir y como quisiéramos que vivan las futuras generaciones.