Por Renata Lasso / Colectivo Agroecológico
Desde hace al menos 25 años empezamos a escuchar y leer documentos relacionados con el fin de la historia, debido al triunfo de las democracias liberales, como efecto de la caída del comunismo, y en ese sentido el fortalecimiento del libre mercado.
Sin embargo, hoy, después de un fin de año 2019, de agitación social debido a la paulatina privatización de servicios que deberían garantizar derechos principalmente educación y salud, así como políticas de ajuste que afectan a los sectores más pobres aumentando la exclusión, pobreza e inequidad en distintas partes del mundo, el dios mercado y el neoliberalismo entran en una grave crisis de legitimidad.
La organización social en la lógica de la reivindicación ha cambiado en los últimos años, pero está viva y en acción, tal vez es diferente a la organización social de los años 70 u 80s pero está en ebullición y busca la garantía de derechos, basado en valores y en las redes sociales.
«Nos mostraron no solo la inequidad, sino los límites del sistema que no garantiza a sus ciudadanos una vida digna»
Jóvenes, hombres y mujeres en distintas partes del mundo han sido los protagonistas de los PAROS de 2019, que nos mostraron no solo la inequidad, sino los límites del sistema que no garantiza a sus ciudadanos una vida digna. Nos mostró a miles de jóvenes sin esperanza en el sistema actual, que están dispuestos a dar su vida por cambios, por ese sueño de una sociedad más justa, equitativa, sustentable, en la que se puede contar con: agua, tierra y diversidad para las futuras generaciones. Nos mostró a nuestros viejos exigiendo seguridad social, para contar con atención médica y una vejez en dignidad, a miles de mujeres de varias generaciones peleando por una sociedad menos violenta, en la que disminuya la inequidad de género, nos mostró a artistas, a médicos y docentes planteando cambios al modelo que no permite asegurar a las mayorías un Buen Vivir.
La marginalidad está en todos partes del mundo, aunque no la queramos ver, y no es causa solo de las guerras y las consecuentes crisis migratorias, o por el cambio climático solamente. Los excluidos, los invisibles de la sociedad, aquellos que no queremos ver, existen y se les ha quitado el derecho a vivir bien, a un techo, a educación, a acceso a cuidados, a empleo digno, a tecnología, ocio y esparcimiento. A los excluidos les hemos ocultado en los barrios urbanos marginales, en las favelas, en las “banlieue”, allí donde no se les pueda ver, pero si controlar.
Así surge el virus, al que desde hace tiempo el mundo científico le teme, el SARS, las gripes aviar porcina, que hace menos de 5 años alertaron sobre la posibilidad de un virus resistente de alto contagio que se expandiría en el mundo debido a la globalización del transporte, en cuestión de meses. Y así ha ocurrido, el COVID 19, dicen que no es tan letal, pero ha quitado la vida a miles, y muestra el verdadero rostro de nuestra sociedad, que es incapaz de hacer frente a este enemigo sin evidenciar la pobreza, la exclusión, y la paulatina pérdida de independencia en los territorios, para garantizarse de medicamentos a nivel local o regional. Nos ha planteado la pregunta sobre la viabilidad de los sistemas alimentarios en cada país y el modelo educativo actual.
«Hace menos de 5 años alertaron sobre la posibilidad de un virus resistente de alto contagio que se expandiría en el mundo debido a la globalización del transporte, en cuestión de meses»
Quiénes y como se producen los alimentos que consumimos? hay varias respuestas, una es la industria que procesa alimentos algunos con químicos, aditivos, colorantes, estabilizantes, que a veces nos hacen dudar si realmente son alimentos, otro es el sistema de producción extractivista que se aplica también a la producción agrícola y pecuaria, en sistemas de monocultivo, y hacinamiento en los que los animales, pollos, cerdos principalmente tienen una vida sin posibilidad de movimiento o limitado y son alimentados con productos industrializados, o transgénicos que pueden afectar su salud, y por las condiciones de crianza sometidos a antibióticos y vacunas. Estos sistemas tienen límites y las consecuencias hoy las vivimos todos.
El sector Campesino produce alimentos también, es decir gente que vive de su trabajo en el campo algunos con mejores prácticas que otros, pues muchos también han sido convencidos por el sistema extractivista motivando la siembra en monocultivo, alto uso de insumos, de paquetes tecnológicos, que generan dependencia en el sistema de producción y consecuencias en la salud, la economía de las familias y en el ambiente principalmente agua y tierra.
En este contexto también hay grupos de productores de campesinas y campesinos que han optado por producir de manera agroecológica, sin uso de insumos químicos, buscando una diversidad productiva, para reducir el riesgo económico, pero también para asegurar su alimentación y un mejor ingreso económico. La producción agroecológica, ha sido planteada con una propuesta de resistencia, de autonomía y lucha contra el sistema dominante de producción.
«La rápida adaptación dan cuenta de que con el debilitamiento del sistema neoliberal de mercado se abren otras opciones y que hay una semilla de un nuevo modelo tratando de emerger, de parir, una nueva sociedad»
Los Estados otorgan pocos incentivos a este sector, que ha sido invisibilizado, sin embargo se mantiene y continúa produciendo alimentos sanos y de calidad. En Quito – Ecuador hemos visto durante la cuarentena la organización de los productores y algunos consumidores que buscan abastecerse de alimentos frescos, que buscan vínculos con los productores que normalmente encuentran en algunas ferias. Desarrollaron iniciativas de emergencia, principalmente canastas con mecanismos de entrega a domicilio. Estas dinámicas no son una respuesta a la emergencia, sino el resultado de un proceso de confianza de vínculos reales entre el campo y la ciudad.
Estas dinámicas, esta rápida adaptación dan cuenta de que con el debilitamiento del sistema neoliberal de mercado se abren otras opciones y que hay una semilla de un nuevo modelo tratando de emerger, de parir, una nueva sociedad que se debe asumir desde la crisis y del replanteamiento de la acumulación y el consumo, que implica cambio de patrones comportamientos y del modelo educativo.
La educación para este cambio es vital, un nuevo sistema requiere de aprendizajes distintos, la pandemia nos ha mostrado lo rápido que se pueden hacer los cambios con la tecnología sobre todo en la clase media, puesto que los sectores populares sin acceso a conectividad a teléfonos inteligentes o computadoras quedan al margen de estas respuestas. Pero es evidente que la tecnología puede jugar un rol clave.
Un nuevo modelo educativo, para una sociedad en la que el fin de la historia del neoliberalismo se avizora, y en el que el modelo que emerge, debe considerar los derechos de la naturaleza, las relaciones solidarias y comunitarias, priorizar a las personas, buscar la justicia social, una mayor equidad y relaciones sociales construidas en articulación entre territorios diversos. Los cambios se irán dando, pero requerimos unidad, diálogo, y debilitar a los que pretendan decir que el pasado era mejor, e impidan que se den los cambios que requiere el mundo.