Las huertas escolares sin duda son una herramienta fabulosa para complementar el aprendizaje y la educación nutricional de los niños, con muchos beneficios conocidos. Gabriela Jaramillo visitó 3 instituciones educativas en la zona urbana, más específicamente en Cumbayá y Tumbaco (Pichincha), que han logrado incorporar una huerta en el programa preescolar o escolar. ¿Cual es la motivación para iniciar y mantener una huerta escolar? ¿Cómo influye una huerta en la alimentación de los niños? Parte I de una serie de dos contribuciones sobre huertas escolares.
Algunos de los recuerdos más bonitos que tengo de mi infancia ocurrieron en la huerta de mi escuela. Recuerdo el asombro de ver a las semillitas germinar, la ilusión de sentir que las plantas nos escuchaban, los juegos entre los laberintos de las chacras, las jugosas cañas de choclo y el descubrir qué alimentos estaban listos para ser cosechados, para luego cocinarlos y compartirlos entre todos.
La huerta en el programa escolar
Los colegios que visité fueron el Colegio Menor, el Colegio William Shakespeare y el Liceo Los Álamos. Si bien cada huerto ha tenido su propia historia de cómo inició, todos nacen impulsados por una necesidad de los niños de reconectarse con la naturaleza y con los alimentos, ya que muchos niños citadinos nunca se habían ensuciado las manos con tierra y no tenían idea de donde provienen las zanahorias o las lechugas. La creación de las huertas se facilitó gracias a una o más personas que tomaron la iniciativa, y por supuesto gracias al apoyo y la apertura de la directiva de los colegios.
En los 3 colegios que visité, cada clase tiene un horario específico a la semana dedicado a la huerta que dura alrededor de 1 hora. Las actividades varían dependiendo del día y de lo que se necesite hacer. Sembrar, regar, desyerbar y cosechar son actividades comunes, pero cada colegio tiene su enfoque y las posibilidades son diversas. Los niños también construyen, cocinan, meditan, hacen poesía, dibujan y reciben clases de diferentes materias en la huerta.
El proyecto de La Huerta Viva en el Liceo Los Álamos inició hace 4 años, en lo que antes era un patio de tierra con un poco de césped. Lo que comenzó como un pequeño experimento, se convirtió en una hermosa huerta agroecológica, con una gran variedad de cultivos, un horno de barro y un colector de agua de lluvia conectado a una bomba con aspersores para el riego. Maria José Batallas, profesora de expresión corporal de preescolar, fue la persona con la iniciativa y las ganas de hacer este proyecto realidad.
En esta institución, la huerta está en el preescolar, sin embargo desde el año pasado poco a poco se les ha empezado a incluir también a los niños de primaria. María José me cuenta que para ellos es un poco más difícil porque tienen que cumplir con su curriculum escolar. Sin embargo la idea de la La Huerta Viva es sirva como apoyo al aprendizaje de las distintas disciplinas, por ejemplo con la huerta se puede estudiar matemáticas, las medidas, los pesos, los conjuntos, y reforzar las clases de ciencias naturales, «es una manera muy creativa de aprender”, me dice María José.
En el Colegio William Shakespeare se empezó hace 3 años con el proyecto de huertas. El proyecto fue iniciativa de Carolina Herrera, quien es la profesora de huerta para todo el colegio. Cada sección (preescolar, primaria, y secundaria) cuenta con su propio espacio de huerta. Carolina me cuenta que los alumnos participaron desde el comienzo organizando mingas para diseñar y construir los espacios. No tienen notas y no es obligatorio, esto es importante para Carolina ya que el acercamiento y la decisión de participar tiene que venir de cada niño.
En el Colegio Menor iniciaron el programa ´Mi primera huerta´ para los alumnos del kínder hace 2 años con el asesoramiento y el apoyo de Jardinópolis, un proyecto dedicado a la agricultura urbana. Este programa inició en parte para complementar el aprendizaje de los niños en el aula. En el programa del Kínder los niños aprenden de las semillas, del suelo y de las plantas y refuerzan sus conocimientos con el huerto de una manera vivencial. Cómo el huerto es pequeño, se siembran sobretodo hortalizas de ciclo corto y plantas aromáticas.
De las huertas escolares y la alimentación
Llega la hora de la cosecha y hay muchísimas posibilidades para aprovechar los alimentos que salen de la huerta. Con la cosecha se pueden hacer preparaciones elaboradas, como quimbolitos o cosas más simples como cosechar las hierbas aromáticas y preparar infusiones para tomar en los días fríos. Además de las diversas maneras en que se pueden aprovechar los alimentos, la experiencia de estas escuelas es que al comer lo que se cosecha, los niños adquieren una nueva relación con su propia alimentación.
En el Colegio William Shakespeare los alumnos cosechan guiados por Carolina, se preparan diferentes cosas, por ejemplo, con los aguacates se hacen por lo general sándwiches de aguacate, con los limones preparan limonada para todo el colegio, se preparan también ensaladas, sopas o recetas especiales como los chips de zucchini.
Al sembrar y cosechar los niños están más dispuestos a probar cosas que en otro contexto no comerían. Carolina me cuenta de una experiencia con los rábanos, al inicio un montón de niños decían que no les gusta el rábano, pero ya al cosecharlo se animaron a probarlo. Después de probarlo a algunos les gustó y a otros no, pero lo importante es que «sintieron el impulso de probarlo, ya que ellos mismos lo sembraron». La comida que se prepara es un aprendizaje continuo. Carolina está atenta a las reacciones de los niños y a los que les gusta y quisieran preparar «por ejemplo si dicen ‘me encanta la crema de espinaca’, entonces hacemos una crema de espinaca¨. Otro ejemplo fue cuando prepararon los chips de zucchini, que a los niños les encantó, así los niños aprenden también a que los vegetales pueden ser deliciosos y que no siempre se convierten en ensalada.
Los niños se involucran también en la preparación de los alimentos. El en Liceo los Álamos, por ejemplo, tuvieron una clase de cocina con la profesora de de inglés y prepararon quimbolitos usando las hojas de achira que cosecharon de la huerta para envolverlos. Cada niño colaboró con un ingrediente y entre todos prepararon la receta. María José me cuenta que decidieron no usar la batidora para que los niños tengan la oportunidad de amasar con sus manos, y tener así la experiencia de ser parte de todo el proceso de preparación.
Tener una huerta escolar permite a los niños ser parte de todo el proceso, desde la siembra de las semillas, la cosecha, la preparación de los alimentos y finalmente disfrutar de la comida en compañía de sus compañeros y profesores. Esto tienen un gran valor que se pierde muchas veces en la vida moderna y agitada. Darse el tiempo para disfrutar de estos procesos simples pero muy importantes. Cuando los niños se dan cuenta del trabajo que representa cultivar el alimento, y prepararlo, y de que hay un proceso natural de fondo es menos probable que quieran desperdiciar su comida. Se genera una conciencia y además adquieren habilidades de jardinería y de cocina que les serán muy útiles!
Leer parte II: Huertas escolares- Un acercamiento a procesos más profundos
Texto y fotos: Gabriela Jaramillo