¡Buenos días! ¡Alli puncha! Mi nombre es Ana Laura Deaconu, y vivo en Ecuador desde hace cinco años. Nací en Rumania y viví también en los EEUU por mucho tiempo, pero no me detengo en este punto. Desde que llegué al Ecuador, me integre en el proceso de la Campaña ¡Qué rico es! porque me interesaba el consumo responsable como práctica personal, es decir en mi propia vida. Sin embargo, con el tiempo vi la importancia de comunicar estos aprendizajes y así contribuir para que otros sigan este camino. Es así que me fui involucrando cada vez más en la Campaña.
A través del consumo responsable conocí a la agroecología, y pude comprender que más que una práctica de producción, la agroecología ha sido la fuerza que une a productores para abrir diálogo sobre su propia alimentación. En las ferias agroecológicas, los productores nos enseñan el valor de consumir productos limpios con identidad cultural, descubrir el sabor de las variedades de productos de cada zona y lo rico que es sembrar su propio alimento. Las ferias agroecológicas nos dan a conocer a productores responsables, quienes consumen de manera responsable, y que nos ayudan también a nosotros (los citadinos sin tierra) a hacer lo mismo.
Hace un año comencé el doctorado en Nutrición en la Universidad de Montreal (Canadá). Quería que mi tesis sea una contribución hacia estos dos procesos: el consumo responsable y la agroecología, que tanto me habían enseñado y marcado la vida. Es así que comencé un estudio para entender cómo los procesos sociales de la agroecología -ferias, talleres, encuentros, entre otros- han tenido impacto sobre la alimentación de los productores agroecológicos. Mi estudio se sitúa en la provincia Imbabura, utilizo métodos de etnografía y encuestas de comparación entre productores que participan en las ferias agroecológicas, y sus vecinos, quienes comparten muchas de las mismas realidades pero no participan de las ferias. Estoy investigando el nivel del consumo de los agricultores de las siguientes categorías de productos: productos de la producción propia, productos ancestrales, frutas y verduras y productos procesados. Espero que al identificar el impacto que las ferias agroecológicas han tenido en la alimentación del campo, se puede proveer un argumento adicional para la promoción de estos espacios, y se puede seguir fortaleciendo a la comida rica, sana y de nuestra tierra.